REFERENCIAS Y CARTAS DE SOLDADOS FRANCESES A SU PASO POR ACATZINGO DURANTE EL SEGUNDO IMPERIO.

El Ejército de Oriente contaba para su defensa dentro de la ciudad con 229 jefes, 1,495 oficiales y 23,104 individuos de tropa, con una dotación de 178 bocas de fuego de batir y de sitio (Galindo: 2006:466). La comandancia militar de Acatzingo envió a Tepeaca el armamento perteneciente a la guardia de la localidad para hacer frente al sitio de Puebla. José de Jesús Torres entregó al Coronel Pedro Ibargüen: 30 fusiles, 33 cornetas, 23 pompones, 17 hachas, una corneta con su boquilla, 8 cartucheras, 7 fajillas, 3 carabineras, 3 boinas, 23 talines con cuero para los tambores y una caja de guerra de latón con sus baquetas (AMA, Presidente, Ejército, Exp. 800). En esos días de prueba llegaron a la capital de Puebla los batallones de Guardia Nacional de Tepeaca comandados por el Coronel Pedro Ibargúen.
REFERENCIAS Y CARTAS DE SOLDADOS FRANCESES A SU PASO POR ACATZINGO DURANTE EL SEGUNDO IMPERIO.
CARTAS FRANCECES
CARTAS FRANCECES

Doña Recia, originaria de Tepeaca y cocinera de la hacienda San Pedro Ovando, se fue para Puebla siguiendo al peón Justino. No le importó regalar a su hija a las monjas de convento de Santa Inés. Por estar con su hombre se acuarteló en la línea de Loreto-Guadalupe Independencia, ganándose la simpatía del general Gayoso, de Guadalupe. El placer le duró poco tiempo, pues se vio forzada a dejar los guisos y el petate de Justino.

En vez de esconderse en los túneles con el resto de las mujeres, empuñó un arma y encaró a los agresores. La respetaron desde el general Florencio Antillón hasta el general Berriozábal porque le reventó el rostro a un francés y defendió el fuerte como toda una soldadera. Como pago recibió una descarga de mosquetón en los intestinos. La llevaron al fuerte de San Javier y ahí permaneció sin saber quién era, mientras una caritativa mujer le daba caldo para cerciorarse de que aún respiraba. Las noticias volaron hasta San Pedro Ovando y su hermana Antonia le lloró porque la imaginó muerta y porque después del sitio se la entregaron con el cuerpo maltrecho. A pesar de las escasas referencias de la mujer a la tropa mexicana, el ejemplo citado es una prueba de su presencia y aporte a la causa nacional.

Por otro lado, vale la pena resaltar el testimonio que los viajeros extranjeros de la época solían hacer sobre los habitantes. El francés Charles Lempriere en su viaje a Puebla, al ver las barricadas por todas partes y desconcentrado ante hábitos tan ajenos a los que le eran familiares, comentaba en 1862: Ningún país del mundo esta tan acostumbrado como México a un estado estacionario de inseguridad causado por la guerra y la revolución. Por lo mismo, la costumbre hace incluso que las más horribles situaciones sean vitas como algo normal; en medio de sus barricadas y sus bandas de ladrones, las gentes se muestran contentas y felices. Una banda de música toca todas las tardes en la plaza.

Las señoras y los señores se pasean con sus más elegantes vestidos. Una feliz ligereza ha hecho al mexicano insensible antes de los desmanes de la revolución y el pillaje (Monjarás: 1974:151).

De acuerdo con la opinión acerca de las operaciones de los mexicanos por parte de uno de los miembros del Ejército francés, el teniente coronel Pedro Enrique Loizillon, en las cartas periódicas que escribía a sus hermanas y como testigo presencial de los hechos, decía desde Acatzingo el 23 de febrero de 1863

“Está resuelto que se embestirá a Puebla de manera de hacer prisionera a toda la guarnición o a los menos desorganizarla de manera que no pueda rehacerse en “México”, agregaba “se dice que (Forey) quiere entrar a Puebla el 16 de Marzo, aniversario del nacimiento del príncipe imperial” (Carrión: 1994: 182).

Dejamos por ahora la descripción sistemática del sitio analizada por historiadores militares del siglo XIX y XX para concentrar nuestra atención en algunas semblanzas.

Estas nos proporcionan una idea del panorama de la municipalidad de Acatzingo vista por algunos franceses como el capitán Adolphe Fabe, quien el 5 de marzo de 1863 escribió a su familia.

Salimos de Quecholac el 3 y llegamos a las 10 am a Acatzingo. Cuando uno se adelanta sobre la meseta de Anáhuac el país se vuelve más y más hermoso y hace olvidar la tristeza y la desolación de Palmar y de Cañada.

El rumbo de Acatzingo es de lo más esplendido; vuelve lo verde y una portentosa vegetación; pero lo que cautiva la vista y vuelve el paisaje tan atractivo es el horizonte sin límites que va hasta el Pacifico, son los ricos picos nevados que se levantan en medio de una rica campiña, bajo un cielo de una perfecta limpieza, en medio de una atmosfera de una transparencia y de una ligereza incomparables.

Después de describir el valle de Puebla, la Malinche, el Popocatépetl, el, admira Acatzingo, sus casas, los tres templos de la plaza (Convento Franciscano, Capilla de la Soledad y la Parroquia de San Juan Evangelista): Uno es especialmente admirable con su cúpula adornada de azulejos de mil colores y sus dos campanarios moriscos; adentro es maravillosa la profusión de riquezas, oro y plata que tapizan todas las paredes (Meyer: 2009: 310).

El general Bazaine aproximó sus tropas a Puebla y estableció su cuartel general en Nopalucan además de enviar tropas de reconocimiento hacia Huamantla (Mejía: 2012: 136). Por otro flanco, el general Douay ocupó Acatzingo y Los Reyes. Mientras, Forey anunciaba desde Orizaba su marcha hacia Puebla para iniciar las hostilidades.

Estampas históricas del sitio de Puebla, como reconocimiento y estímulo al trabajo de los autores: Angélica Olea Prieto, de Acatzingo; Juan Manuel Games Andrade, de Tehuacán; Oswaldo Lorenzo Medel Cabrera, de Molcaxac; Pedro Mauro Ramos Vázquez, de Xoxtla; y Gerardo Noel Tenorio Salazar, de Quecholac.

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