OFRECIMIENTO DE PAZ DE A LOS SEÑORES DE ACATZINCO, TECAMACHALCO Y QUECHOLAC Y POSTERIOR EJECUCIÓN POR PARTE DE HERNÁN CORTÉS.

Entre los testimonios españoles, además del de Cortés, se tiene en primer lugar, el de Bernal Díaz del Castillo, cuya historia abarca todos los pasajes que refieren las Cartas de Relación, y los narra en el mismo orden. Esto se debe, en primer lugar, a que tomó por guía de su relato la Historia de Gómara, la que a su vez se apega a las cartas, y la cual Bernal Díaz sigue paso a paso y la va comentando o rectificando en los puntos que lo cree necesario o conveniente; segundo, a que recordaba el contenido de dichas cartas, porque las había leído cuando Cortés las escribió, según lo da a entender una o dos veces en el decurso de su Historia... y aun es probable que haya sido su amanuense.

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Aunque narra al parecer sin embozo, en realidad no lo hace sino en determinados casos, y hasta cierto punto; no olvidemos, primero: que escribió su historia en Guatemala, cuando todavía vivían allí parientes de Alvarado y otros conquistadores, los cuales tenían el poder en la mano y al autor a su a1cance; segundo:

que como juez y parte no podía lanzarse acusaciones a sí mismo, en las veces en que él compartió con Cortés, y con los demás, las responsabilidades de los actos que cometieron desde Cuba, pues él fue de los cómplices en la traición a Diego Velázquez, de modo que cuando se trata de los indígenas de México, lo vemos hacerse solidario de las falsas afirmaciones de Cortés, adornándolas con multitud de detalles que hacen que sus relatos den la impresión de ser verídicos, tales como en los casos de las supuestas batallas de Tlaxcala, de la matanza de Cholula, de la prisión de Motecuhzoma, Cacamatzin y demás príncipes; de la muerte de Motecuhzoma, de la prisión de Cuauhtémoc, etcétera, de suerte que al rectificarlos quedan desmentidos grandes tramos de su Historia Verdadera.

Trata como con pinzas de la matanza del Templo Mayor de México, ejecutada por Alvarado; pasa en silencio lo que no se atreve francamente a desmentir o a confesar, por ejemplo la matanza de los príncipes, inclusive de Motecuhzoma y los otros señores prisioneros en el palacio de Axayácatl, horas antes de la huida en la Noche Triste; la felonía que Cortés comete con los de Tecamachalco, Quechóllac y Acatzinco,. al ofrecerles la paz, y luego matarlos cuando los tiene en su poder; la muerte que dio a más de 300 señores huaxtecos quemándolos vivos delante de sus hijos; el aperreamiento de los señores mexicas en Coyoacán; la muerte que dio a los señores mexicanos que acompañaban a Cuauhtémoc en el viaje a las Hibueras; la muerte de los dos frailes franciscanos Juan de Tecto3 y Juan de Ayora,4 etcétera; tercero:

que con la de América y se atribuían derechos ilimitados sobre ellos, cínicamente confiesa crímenes individuales o colectivos, sin darles importancia alguna desde el punto de vista cristiano o moral. Por ejemplo cuando se refiere a los herraderos de gente y de su venta en almoneda; cuando al referirse a Cuauhpopoca y a los demás señores de Nauhtla que Cortés quemó vivos en la plaza mayor de México, queriendo mencionarlos, tan sólo dice: “el principal se decía Quetzalpopoca [...], el otro no me acuerdo el nombre, que poco va en saber sus nombres”, interpreta falsamente mucho de lo que ve, y por último, obligado a justificar la Conquista, acumula falsas acusaciones contra los pueblos que están conquistando, atribuyéndoles canibalismo, sodomía y barbarie.

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